Hace apenas unos días fui a ver Divergente, adaptación del libro homónimo escrito por Veronica Roth, y tal y como me pasó cuando fui a ver En llamas, no he podido resistirme a contaros lo que me pareció y os aseguro que eso es una muy buena señal. No es que fuese con expectativas bajas la verdad, pero no me esperaba que cuando me sentase en mi butaca, apagasen las luces y encendiesen el proyector, iba a aparecer ante mis ojos la que se convertiría en una de mis adaptaciones cinematográficas preferidas.
Neil Burger, director del que no tenía ninguna referencia anterior pues no he visto ninguna otra película suya -cosa que visto lo visto va a cambiar pronto-, ha hecho un trabajo magnífico en negrita y subrayado: acompañado de un muy trabajado guión, consigue transmitir en todo momento y al 100% el espíritu del libro y la historia, tanto que según iban sucediéndose las escenas no hacía más que deleitarme con las emociones olvidadas que ya una vez me habían inundado mientras leía el libro, y que como un torrente volvían a mí fotograma tras fotograma tan fielmente que hubo momentos en que no me creía que de verdad estuviera consiguiendo transmitirme tanto.
Aunque es cierto que es muy fiel, hay ciertos cambios que, la verdad, no me han molestado para nada pues ningún momento afectan a la esencia de la historia e incluso en algunos casos me han parecido muy acertados y no he podido estar más de acuerdo con ellos [como cuando Tris le clava el cuchillo a la z**** de Jeanine, un perfect en toda regla]. Mientras que, como veis, he recibido los cambios en la trama con los brazos abiertos, otra cosa totalmente ocurre con los personajes, ¡los personajes no se tocan! Y aquí sí que lo han tocado, e incluso les han hecho desaparecer, como es el caso de Uriah (lo que en mi opinión alcanza el grado de delito federal); por no hablar de personajes como Molly y Peter, a los que parece que les han hecho un poco de acupuntura y se han desinflado, perdiendo ese veneno que en el libro sustituía a la sangre que al resto de los mortales nos corre por las venas. Además, del paso del libro al guión se debió de traspapelar alguna que otra escena de acción, pues encontramos mucha menos violencia en la adaptación cinematográfica, lo que se puede justificar fácilmente pues ya se les iría demasiado el tiempo de las manos, pues no hay que olvidar que -para disfrute mío y, supongo, de todos los fans- la película dura 139 minutos. El amor se desarrolla de una forma muy delicada y elegante, sin precipitar las cosas ni restar importancia a la trama principal... ¡punto positivo!
La ambientación me sorprendió muy gratamente: todo era tal y como lo imaginaba, y aunque por ejemplo en ciertas escenas del Pozo se nota mucho el cartón-piedra de la pared, lo que es la ubicación en sí está totalmente conseguida.
Y por último, el reparto, un gran reparto con el que cuenta Divergente: Shailene Woodley como Tris, de la que ningún momento dudé y que no me ha decepcionado: perfecta en la piel de nuestra Estirada, transmitiendo mucho y con una interpretación más que creíble, mucho más que eso (estoy deseando verla en The Fault in our Stars como Hazel). Para mi sorpresa, me creí por completo a Theo James como Cuatro, y aunque renegué en su momento cuando se reveló quién interpretaría a nuestro Tobias, ahora no puedo decir más chapó. Ambos tienen mucha química en pantalla, lo que se traduce en una actuación Tris-Cuatro mucho más real.
Kate Winslet tal y como esperaba borda el papel de Jeanine, y eso que yo a este personaje no le imaginaba así físicamente. Y por último la pequeña decepción, que viene con el nombre de Ansel Elgort, con una interpretación de Caleb que me quedó más bien frio y que no me esperaba habiéndole visto hacer de Augustus Waters en el trailer de TFioS.
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En definitiva, una magnífica adaptación cinematográfica que aunque tiene sus diferencias respecto del libro, mantiene en todo momento el espíritu de la novela, con un reparto excepcional que no hace más que sumar puntos a esta película con un guión tan bueno como dirección.